sábado, 25 de agosto de 2012

DÍA 9: FARMINGTON - GREEN RIVER

Millas recorridas: 451

Hoy el desayuno ha sido una cosa bastante rápida, después de ver anoche que vamos a andar bastante pillados de tiempo, cualquier pérdida de tiempo es un lujo (y seamos sinceros: el buffet del Regent Inn no da para mucho más). La etapa de hoy incluye la visita al Monument Valley, al Arches Park, y quedará pendiente de cómo vayamos de luz lo de acercarnos al Dead Horse Point. Mete miedo sólo de pensarlo.

Mientras Farmington se despierta, llenamos el depósito en la gasolinera más económica que hay en la zona. Hoy ya nos vamos a meter en zonas de parques nacionales y los precios que vemos son sensiblemente más altos que los de ayer. De todas maneras, aunque nos cuesta un poco más que en etapas anteriores, sigue siendo increíble repostar 70 litros por menos de 50€.

Tras pasar por un Walmart a reponer la nevera, ponemos rumbo a la frontera del estado. Hay más de 120 millas hasta Kayenta, donde tenemos que desviarnos por la 163 hacia Monument Valley. Mientras el paisaje cambia al del desierto de Arizona, se disfruta de silencio en el coche, hay que decir que aunque lo hagamos todos los días, a los gorilas no nos apasiona madrugar, y no trabajamos el cachondeo en el coche hasta el mediodía.

Paisaje en la frontera...

...y un poco más allá

En Kayenta (lleno de indios nativos por todas partes) nos desviamos hacia el norte y las fotos empiezan a preparar el terreno. Definitivamente desperezados, todo lo que pasa por las ventanillas empieza a ser más que espectacular.


No hay que hacer muchas millas por esta carretera para llegar a la frontera con Utah, y poco después al desvío hacia Monument Valley. En medio del desmadre que tienen los indios montado por allí, pagando S5 por barba estás dentro del parque.



La visita al parque consiste en recorrer la pista de tierra de unas 17 millas que bordea todas las formaciones, bien en tu propio coche, o en unos todo-terreno reconvertidos en buses que hay a disposición de los que aún sienten algo de cariño por su turismo y lo dejan fuera de este infierno de polvo rojo. Nosotros, que alquilamos un Durango ya pensando en meterlo por aquí, fuimos directos a la pista, sin pasar por el centro de visitantes.

Una vez dentro, pasamos junto a los Mittes, el Merrick Butte, las Three Sisters... mientras intentamos seguir el ritmo de un Impala (evidentemente alquilado) pilotado por el hijo de Ari Vatanen, por lo menos.

Tres gorilas saludan desde el John Ford's Point

Éste estaba entrenando para hacer el Dakar...

Visita obligada si pasas por aquí cerca. El parque es acojonante, era nuestro primer contacto con el paisaje del desierto, y fuimos durante todo el rato con la boca desencajada. Sólo viendo las fotos, es difícil hacerse una idea de lo descomunales que son las rocas y lo insignificante que te sientes aquí en medio.

Recorrer la pista con calma y verlo todo lleva unas tres horas. Nosotros tratamos de acelerar la visita, ir un poco más rápido que los demás, no parar en los chiringuitos de bisutería navajo, ... y lo hicimos en hora y pico. Perfecto para salir de aquí con esperanzas de ver algunos arcos en el Arches Park.

Lástima, pero no

Vino limpio desde Florida... y en media hora estaba hecho una mierda

De la que salíamos del parque nos encontramos con el tonto del día. Este iluminado, tan flipado con el Mustang alquilado ayer, que lo mete descapotado por la pista de arena y polvo rojo. Algunos coches nacen sin suerte, y este pobre es uno de ellos.


A unas 7 u 8 millas al norte de Monument Valley, miramos por el retrovisor y apareció una de las fotos del viaje. Ésa que todos hemos tenido de fondo de pantalla alguna vez. Aún así, creo que la cámara no recoge del todo el tremendo espacio abierto que veíamos en directo.


Con la agenda apretada que tenemos, ni nos planteamos lo de parar a comer. Se monta la cocina en el asiento trasero y unos sandwiches estilo "on the road" solucionan la comida. Del buffet de desayuno mangamos unos purés de manzana bastante logrados para el postre, así que sólo se echa de menos el cafelito. Las 150 millas que nos separan de Moab van cayendo mientras tanto.

Nos cruzamos con la versión actualizada de El Diablo Sobre Ruedas

Unas obras en la carretera a la entrada de Moab nos hacen perder el tiempo que hemos ganado con los sandwiches express, mala suerte... mirando el reloj cada cinco minutos comprobamos que nos quedan unas 3 horas y pico de luz para ver el parque. Finalmente nos dan paso y atravesamos el pueblo. Se nota que éste es un enclave turístico, todo está mucho más cuidado que los agujeros perdidos en el desierto que nos hemos ido encontrando por el camino. Hasta apetece darse una vuelta andando y todo...


Cruzamos el Río Colorado al otro lado del pueblo y a 2 o 3 millas aparece el desvío para Arches Park. En la garita de entrada sacamos un pase anual para todos los parque nacionales por $80. Contando los que vamos a visitar, y que la entrada a cada uno suele ser $25, compensa.

La carretera de entrada al parque ya merece la entrada que pagas. Una de las más hermosas que hemos recorrido hasta el momento, sin duda. Y tiene curvas, esas cosas que hay en España y que aquí hacen poca falta.


Lo primero que aparece a mano izquierda es Park Avenue, una pared de roca increíblemente estrecha, tanto que casi parece de cartón. Se puede recorrer ese sendero que veis ahí abajo, pero como podéis adivinar, nosotros hicimos esta foto y nos volvimos para el coche, nos quedaban algo más de dos horas de luz y los arcos más espectaculares por ver.


Decidimos ir primero a la zona de Devil's Garden a ver el Landscape Arch, que tiene un sendero más corto a pata. Aparcamos con bastante suerte y adelantando a todo kiski por el camino, los cuatro en fila nos plantamos en el arco en unos veinte minutos. Aunque con el sol de frente, las fotos no son las mejores del día...

Zona de aparcamiento, tuvimos bastante flor en el culo

El Landscape Arch

Cinco minutos observando el arco tenían que bastar. Daba igual la hora, lo que nos importaba era la luz, y se iba por momentos. Veinte minutos nos llevó caminar de vuelta al coche, saqueamos el agua y los gatorades multicolores de la nevera, y carretera hacia el Delicate Arch.

La carretera entre los arcos

De nuevo nos veíamos caminando como un pelotón a ritmo militar. Aunque hay que decir que el sendero hasta este segundo arco es uno de los más alucinantes que he recorrido en mi vida. Se sube por el lomo de una roca pulida interminable, que además se iba pintando de rojo con cada minuto que pasaba acercando al sol al ocaso.

Tras media hora de marcha y 276 litros de sudor, el Delicate Arch aparece al girar un recodo del sendero. El sitio quita el hipo, un anfiteatro de roca rojiza presidido por el arco. En el momento en el que llegamos nosotros hay unas cien personas sentadas observándolo. Y unos cuantos haciendo cola para hacerse la foto debajo de él. Tiene gracia, no hay cola para los que queremos que no aparezca ningún mamarracho desconocido en la foto. Tras ver desfilar quinientas poses ridículas, finalmente logro disparar una sin gente.



Mientras subíamos, habíamos decidido que aquí se acababa el día y que agotaríamos los minutos de sol que quedaban sentados tranquilamente mirando el arco. Tranquilidad que duró hasta el momento en el que al señor Bujías se le ocurrió que igual sí que llegábamos al Dead Horse Point con algo de luz. A un gorila, si hay algo que le gusta más que los plátanos es un reto absurdo... bien, cinco minutos después bajábamos saltando de roca en roca como quinceañeras que no llegan a un concierto de Justin Bieber.

Con el coche ya oliendo a zarigüellas, nos pusimos a recorrer las 30 millas que nos separaban del primero de los balcones sobre el Gran Cañón, no sabíamos si al final íbamos a llegar para ver algo, pero sudados, reventados, con el coche lleno de polvo rojo y arena y lo que es peor, con los hielos de la nevera fundidos, se iba a intentar.

Antes de llegar a la garita del parque estatal, el señor Barrenos, que iba al volante, casi pone un ciervo en Cuba. Sorprende la calma con la que estos bichos te miran pasar mientras pastan tranquilamente en el arcén de la carretera... y claro, cuando vas a 55 millas por hora (o más)  y peinas a un bicho de éstos con el retrovisor, no sé a él, pero a los de dentro del coche se nos ponen de corbata.

En la garita, le debimos dar tanta lástima al guarda al llegar con tan poca luz, que nos dejó pasar sin pagar los $10 de la entrada. Aparcamos, y sí, hubo suerte, algo de dimensiones monumentales se veía desde aquel mirador. Aunque hay que decir que la cámara con disparos de varios segundos lo veía mejor que nosotros.


A los diez minutos, la noche era ya casi cerrada, así que pusimos rumbo a Green River, donde esta noche sí teníamos reservado un motel. Las últimas 60 millas fueron un poco coñazo, pero por el camino, el primo del ciervo que casi ponemos en Cuba, nos hizo un posado con una pachorra casi insultante.


Al final del día, dos de nosotros estábamos tan reventados que ni buscamos un sitio para cenar. Ducha para quitarse el polvo del desierto y al sobre. Pero eh... misión cumplida, 3 parques de 3, más unos 730 Km de carretera. Eso sí, dudo que podamos aguantar este ritmo dos días seguidos.

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