viernes, 17 de agosto de 2012

DÍA 6: LUFKIN - WICHITA FALLS


Millas recorridas: 341

Se nos ha ido un poco de las manos, son las 9 y pico y aún no hemos salido de la habitación. Aunque hoy tampoco hay prevista una etapa muy larga, así que nos intentamos convencer de que no es tan grave.

Perdemos el sentido desayunando. La máquina de los gofres te los saca con la forma del estado de Texas y eso no se ve todos los días. Nos llevan siglos de ventaja, cuántas veces pensamos eso a lo largo del día…

Sí... Texas está al revés pero nos entendéis, no?

Después de comernos 10 mapas de Texas volvemos a la habitación a ver el final del partido de basket en el que los yankis no nos estaban dando tanta brea como parecía que iba a pasar. Ya puestos a perder el tiempo…

Cargamos todo y vamos a por detergente, a milla y pico del motel entramos en un megacentro comercial con el parking casi vacío, donde nos hacemos con unas bolsas chungas de detergente líquido azul de dudosa eficacia.


Volvemos a la misma lavandería de ayer. A pesar de que traemos dos bolsacos de ropa guarra, cabe toda en la misma lavadora (hay que decir que en España habríamos necesitado 3 lavadoras por lo menos), metemos dos sobres de detergente, 16 monedas de cuarto de dólar, programa frío y cruzamos los dedos. Mientras tanto, surge la charla con los nativos que estaban a lo mismo. Todos muestran interés por nuestra procedencia y nuestro viaje. Nos da la sensación de que no ven muchos turistas por aquí, y menos en una lavandería. Un hombre con un pistolón colgado en la cadera nos confunde con jugadores profesionales de soccer y al decirle que nos dirigimos a San Francisco nos advierte de que allí sólo hay “crazy people”. Estos texanos son muy grandes.


Cuando acaba el programa de lavado, otro tío se nos acerca para explicarnos cómo funcionan las secadoras. Nos señala una en concreto (la que ha estado usando él antes), y metemos toda la colada allí. No sólo nos lo explica, sino que saca un cuarto de dólar de su bolsillo y lo mete en la máquina (si el colega tenía pinta de algo, desde luego no era de Rockefeller). Nos quedamos con cara de poker, y el señor Tuercas (encargado de la sección cash del fondo) saca una moneda de las nuestras para dársela, pero no la quiere coger. Increíble, no sólo se tira un rato explicándonos el tema, sino que nos paga el programa de secado. Esta gente nos sorprende por momentos.

Le damos mil gracias, y nuestro amigo se pira con su compañera. Tenemos que poner todavía unos cuantos ciclos más de secado, alargando hasta la hora y pico la visita a la lavandería.

La chapa del coche se había puesto a 90ºC,  solución perfecta para terminar de secar alguna prenda mientras se rehacen las maletas

Son las 12 y pico, nos ponemos en marcha hacia Dallas. Queremos dar una vuelta, y conocer por lo menos Dealey Plaza, lugar donde se fundó la ciudad y donde Oswald (según la versión oficial) acabó con Kennedy.

La ciudad nos recibe con 42 o 43ºC, entre eso, y que hoy es domingo, no hay absolutamente nadie por las calles del downtown. Llegamos a Dealey y aparcamos junto a un museo. A la vista del fuego que hay en la calle, sólo ponemos media hora en el parquímetro, no creemos poder aguantar mucho más.


No os hacéis una idea del calor, en serio 


Ahí, donde señalan esos tres está la marca en el suelo

El lugar donde Kennedy recibió el disparo está marcado con una X en medio del ardiente asfalto. Un tío que vendía periódicos/souvenir también nos indica la ventana del quinto piso donde estaba el tirador. Damos una vuelta alrededor dos manzanas, buscando siempre la sombra antes de volver a nuestra isla de frío en el interior del Durango. Da la sensación de que en esta media hora hemos sudado medio Mississippi.

Los alrededores de Dealey Plaza

A 75 mph salimos hacia el norte de Fort Worth, donde un cielo cada vez más gris amenazaba la tormenta que finalmente nos iba a caer encima.

Lo que quedaba en el retrovisor...

...y lo que venía por delante

Las últimas horas de luz las invertimos en rodar sin paradas por las amplias llanuras de Texas mientras el cielo se despeja. Finalmente hemos decidido dormir en Wichita Falls, lo que pone el contador de millas de hoy en más de 340, que para lo tarde que empezamos a rodar, no está nada mal.

Estamos probando todos los sabores

En Wichita Falls vamos directos a un Best Western, ayer nos encontramos tan a gusto que hoy no hemos perdido ni un minuto buscando. Por el mismo precio que ayer, tenemos los mismos servicios. Es tarde y no tenemos ganas de repetir la odisea de Tallahasse y preguntar en 5 o 6 sitios.

La habitación de Wichita Falls. Son todas iguales.

Acabamos cenando unos tacos cerdos en un Taco Bell, mientras en el aparcamiento unos nativos texanos intentan ligarse a unas chavalas. Eso nunca cambiará. Lo que sí cambia es que los niños de 18 años conducían sendas Silverado y F150 monstruosas, preparadas y con suspensiones levantadas, más grandes que pisos en los que viven familias enteras en Madrid.

No hay energía para más, el calor que hemos pasado hoy nos tumba a las 11 y poco de la noche. Mañana conectaremos con la Ruta 66, y va a ser un día largo.




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