martes, 21 de agosto de 2012

DÍA 8: AMARILLO - FARMINGTON


Millas recorridas: 465

Hemos estado echando cuentas por la noche, y parece que las etapas que nos quedan hasta el día que tenemos reservado en Las Vegas van a venir ajustadas. Tenemos que rodar más de 400 millas al día, y además combinarlo con ver la mayoría de los parques que teníamos previstos, la herradura de la ruta se acerca y nos va a apretar las horas al máximo...

El despertador suena antes de las 7 de la mañana, la costumbre empieza a convertirnos en una manada de gorilas ciertamente eficaz en esto de las duchas, skypes, empaquetar todo y revisar la habitación. Antes de salir bajamos a rentabilizar nuestra reserva al buffet de desayuno. Aunque los gofres salgan con la forma de Texas de nuevo, hay que decir que tampoco es que haya mucha variedad. Pero para salir del motel alimentados hasta la hora de merendar, tenemos suficiente.

El atentado medioambiental que había aparcado bajo nuestra habitación

Hoy nos espera una etapa sobre la ruta 66 a través de Nuevo México, no tenemos la noche reservada, así que cuanto antes lleguemos al destino (que todavía no sabemos), más posibilidades hay de no dormir en el coche.

A pocas millas de Amarillo aparece a nuestra izquierda otra de las visiones –además de los pozos de petróleo- que esperábamos de Texas y que aún no habían surgido: una megagranja de vacas. Incluso cuando está a milla y pico, el coche se nos llena de un tufo mezcla entre el estiércol y el pienso que están descargando de una fila de camiones interminable. Debe haber decenas de miles de vacas hacinadas... sí, estamos ante la despensa de Texas.


Antes de abandonar definitivamente el estado de la estrella solitaria, hacemos una parada en Adrian, punto medio de la Ruta 66. Nos hacemos la típica foto con el típico cartel, pero nos llaman bastante más la atención los trastos abandonados que hay en un solar al otro lado de la carretera. Entre ellos, uno que parece haber servido en la Segunda Guerra Mundial, con sus interiores de madera pudriéndose lentamente al sol de Texas.


Mientras tanto, nuestra secadora express de 300cv espera paciente a que terminemos de hacer el chorras

En la frontera con Nuevo Mexico nos salimos de la interestatal y tomamos la antigua 66 en Glenrio. Fue conocido en su época dorada (que ya quedó atrás hace bastante) por ser el último motel de Texas. Ahora sólo quedan un puñado de construcciones abandonadas, y una desde la que nos ladran unos perros como locos. Parece que aún no es un pueblo fantasma del todo.

 La antigua 66 a través de Glenrio

Glenrio, o lo que queda de él

Cuando estamos dando una vuelta por el pueblo, llega un Chevrolet Aveo (¿Quién coño se hace la ruta en semejante mierdón?), del que se baja un tío y se pone a hacer fotos como nosotros. Surge la típica de “oye, te importa hacernos una foto a los cuatro?” de ahí el típico “De dónde sois?”… blablabla y al final el colega nos cuenta que había estado viviendo en Málaga unos meses. Se sube de nuevo al coche y vuelve por donde ha venido hacia la interestatal. Nosotros seguimos de frente, sabemos que hay un tramo de la antigua ruta de gravilla, y queremos recorrerlo.

Nuestro amigo malagueño camina hacia el último motel de Texas 

El tramo sin asfaltar después de Glenrio

Llegamos a Tucumcari con el depósito casi vacío. Esta noche hemos echado un ojo a los precios del combustible en esta zona, y llenando aquí a 3,29 por galón, nos ahorramos varios dólares. Lo de revisar gasbuddy.com cada noche nos hará ganar un depósito al final del viaje.

Hasta los carteles de las gasolineras te bendicen

En Tucumcari se respira la Ruta 66 en cada esquina, si te fijas en la mayoría de coches que se ven por la calle, el tiempo parece haberse detenido en los 80. Lugares como el Blue Swallow Motel (lástima no haber pasado al atardecer para ver ese neón encendido) te llevan todavía más allá en el tiempo.


La siguiente parada es Santa Rosa, donde este hot rod ahí mangado indica la entrada a un museo de clásicos que nos sorprendió muy gratamente.


Dentro hay una colección envidiable de coches americanos perfectamente conservada. A $5 por barba, es una parada que no puedes dejar de visitar, por poca gasolina que corra por tus venas.




Al otro lado del pueblo, buscamos el Blue Hole. Una caverna de casi 30m de profundidad en el terreno rellena de agua cristalina. Con el calor que ya hace a estas horas, la parada es obligatoria.


En la explanada que hay a la entrada nos ponemos los bañadores y aunque el agua está bastante fría, el baño no lo perdonamos ninguno. Un auténtico paréntesis en la etapa, salimos de allí limpios y refrescaditos, perfecto. Antes de salir del pueblo, renovamos nuestras existencias de Tampico en un Family Dollar (Million Dollar Baby para los amigos), y volvemos a la ruta.


Entre Santa Rosa y Alburquerque, el señor Bujías se come una recta de 80Km. Estas carreteras son la explicación para los que no entienden los coches americanos. ¿Para qué quieres otra cosa que no sea un sofá con ruedas y cruise control?



En Alburquerque paramos sólo para hacer el cambio de conductor. Bujías pide asiento trasero para ir sobando como un bendito. Pobrecillo, acaba de bailar con la más fea de la fiesta, santa tostada de carretera.

Abandonamos la I-40 y el trazado de la ruta 66 para dirigirnos hacia el norte, hacia Utah y sus parques. Salimos de la ciudad por la I-25 y luego por la 550. Ahora el paisaje va cambiando con cada milla, y detrás de cada curva –ahora sí las hay- empiezan a aparecer relieves de western por las ventanillas.



Nos sorprende la altura a la que nos ha puesto esta carretera: 7000 pies. Suponemos que por esto el termómetro hoy no está pasando de los 100ºF. Ya empezamos a hacernos una idea de los Fahrenheit sin sacar calculadora: 80 es calorcillo, 90 es calor, 100 es calor de pelotas, y los 110 que ya hemos llegado a vivir significan 5 minutos de vida fuera del coche.


Acercándonos a la esquina de Nuevo Mexico, en el GPS vemos que Shiprock tiene muy pocos sitios para quedarnos a dormir, así que adelantamos la parada a Farmington, y menos mal que lo hicimos así…

Ya en Farmington, empezamos nuestro habitual rondo por los moteles, en los que hasta hoy descartábamos por precio y nos quedábamos con el que más nos gustaba. Hoy en el primero ya nos dijeron que estaban sin habitaciones, y así en otros siete, llegando en alguno incluso a llevarse el tío que estaba delante en la cola la última habitación…

Cuando nos veíamos destinados a repetir noche en algún Motel 6 de turbio recuerdo, apareció el Regent Inn, que nos solucionó la papeleta por $77, desayuno, piscina y wifi incluidos. Aunque viendo que ya estábamos demasiado cerca de la zona de los parques de Utah y Arizona y por tanto del turisteo que nos llena los moteles, hoy no bajamos a bañarnos y nos dedicamos a reservar las habitaciones de mañana y pasado. Porque gorila precavido vale por dos.

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