sábado, 9 de junio de 2012

GORILAS ON THE 66 (VOL. I)

Al César lo que es del César, después de declarar nuestras intenciones sobre la Ruta 66 en entradas anteriores, es hora de guardar el hacha de guerra. Porque nuestro Coast to Coast y la famosa ruta comparten un tramo de unas 600 millas desde Oklahoma hasta Arizona, y no todo lo que veremos en él serán mamarrachos pañueleros haciendo “el viaje de sus vidas”.


La Ruta 66 no existe sobre los mapas actuales, fue retirada del sistema nacional de autopistas en 1985 y en su lugar se ofrecieron los cómodos trazados de las nuevas interestatales. Pero eso dolía en una nación con poco más de 230 años de historia, donde algo con 86 años de edad es como para nosotros un castillo templario del siglo XII. El tirón de lo histórico seguía ahí, y en un país en el que son capaces de venderle una nevera a un esquimal, no iban a dejar que los dólares que quedaban por exprimir se fueran con el viento. De esta manera, la hicieron resurgir como trazado histórico, Historic Route 66. Así que éstas serán las señales que buscaremos para salirnos del redil de la I-40 durante unas 600 y pico millas, en lo que serán dos jornadas de volante.


Llegamos desde el sur para engancharnos a la ruta en Elk City. Este pueblo de Oklahoma, de unos 10.000 habitantes, vive de la industria del petróleo y del gas, aunque también se sacan sus dólares de tirar la caña a los turistas de la ruta. Por ejemplo, a la salida del pueblo hay un complejo de museos (National Transportation Museum, Pioneer Museum and Beutler Brothers Rodeo Hall, the Farm and Ranch Museum, Livery Stable, Train Depot…), y entre ellos se encuentra el Museo Nacional de la Ruta 66, recomendado por mucha gente. Por $5 para el complejo entero, a lo mejor entramos.


Desde Elk City hasta Amarillo, ya en Texas, veremos desfilar por la ventanilla pueblos como Sayre, Texola, Shamrock, McLean, Conway... éste es un tramo de unos 200Km en el que habrá que rastrear cual sabuesos la antigua ruta 66, que aparece y desaparece a un lado y a otro de la I-40. Porque los parajes interesantes están ahí, no detrás de un Peterbilt de 8 ejes en la interestatal. Y cuando digo parajes interesantes me refiero a chorradas típicas de la ruta, como esta torre de agua inclinada en Groom.


A la entrada de Amarillo, nos detendremos en el Big Texan Steak Ranch, el archiconocido restaurante donde puedes pedir un troncho de carne de 72 onzas (2Kg), con su guarnición. Pero espera, no es famoso por esto, la gracia viene ahora: si te lo acabas en menos de una hora, no pagas un centavo. Esperamos que la comisión culinaria-tragaldabas del Coast to Coast, el señor Tuercas (famoso por haber nacido con un triturador industrial de basura en lugar de un estómago), se apunte al reto. Desde aquí le animo a que empiece a hacer hambre desde hoy.


Amarillo es una ciudad de tamaño medio, en torno a 200.000 habitantes. La ruta la atraviesa de este a oeste por Amarillo Boulevard. No parece que tenga ningún atractivo especial, porque la mayoría de guías y blogs pasan directamente del Big Texan al este al Cadillac Ranch al oeste.

Amarillo Downtown, nada muy especial

Ésto es Cadillac Ranch: 10 Cadillacs en fila, medio enterrados de morro y grafiteados hasta el último tornillo. Tres “artistas” perpetraron esta (dudosa) obra en 1974, y desde entonces ha recibido miles de visitas y millones de grafitis, hasta convertirse en una chincheta en la Ruta 66.


Como curiosidad automovilística, (como nos contaba Mr. Barrenos en su entrada) hay que decir que están ordenados de manera que se observan las evoluciones de la aleta de la cola, una característica fundamental del diseño de los Cadillac de mediados del siglo pasado. La que fuera su época dorada antes de empezar a fabricar castañas. También te encuentras historias curiosas, como que el ángulo en que están enterrados es el mismo que el de la Pirámide de Gizeh, o frikadas monumentales como que si están alineados con no se qué constelación, que si la abuela fuma… pero seamos serios, no hay que buscar un Stonehenge donde no lo hay.


Unas millas más allá tenemos Adrian, el supuesto punto medio de la Ruta 66, desde donde hay 1139 millas en cada sentido. Me ha picado la curiosidad y he echando un cálculo rápido, el punto medio de nuestro Coast to Coast está todavía unas 300 o 400 millas más allá.

El Midpoint Cafe, tienda de souvenirs, cartel para hacerse fotos...

Nos haremos la foto de rigor con el cartel, claro. Pasado Adrian, seguimos por la 66 original hasta Gruhlkey, donde habrá que volver a la I-40 porque la original desaparece bajo la nueva interestatal. Desde aquí hasta la frontera con Nuevo Mexico hay unas 20 millas en las que toca tragar millas-basura, qué se le va a hacer.


Cerca de la frontera, tras un cambio de rasante, volvemos a salirnos de la autopista. La cruzamos por un paso elevado y retomamos la vieja 66 que continúa por el sur de la I-40. Aquí nos encontramos con el pueblo fantasma de Glenrio, a dos pasos de la nueva carretera. Dos pasos que son 30 años.


En Glenrio metes el hocico en la imagen sin maquillar de la 66 actual, sin manos de pintura ni tiendas de souvenirs. El pueblo sufrió la misma historia que sufrieron tantos otros en la ruta: floreció a la sombra de la carretera, y cuando el trazado de la nueva autopista lo dejó a un lado, desapareció cualquier razón para quedarse allí a vivir.


Y así es como te lo encuentras ahora, motel abandonado, gasolinera abandonada, restaurante abandonado, oficina de correos abandonada, coches abandonados…

A ver si para cuando pasemos este Pontiac Catalina sigue ahí

Por delante tendremos ahora unas 20 o 25 millas de la antigua carretera (o lo que queda de ella tras 30 años sin gastarse one buck en ella). Volveremos a encontrarnos con el siglo 21 y su interestatal en San Jon, sin embargo, por ahora no hay que cogerla. La 66 y la 40 van paralelas hasta Tucumcari.


Ésta es una de las paradas clásicas de la Ruta, aquí encontraremos alojamientos de rancio abolengo del neón, como el Blue Swallow Motel, que lleva funcionando desde 1942. Si nos cuadra bien, habrá que intentar hacer una noche por aquí. Seguimos en el volumen II.



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