viernes, 29 de junio de 2012

RHYOLITE GHOST TOWN


Atravesar un pueblo fantasma siempre es desolador, y a estas alturas del viaje ya nos habremos cruzado unos cuantos. Pero si encima lo pones en medio de ninguna parte, rodeado de millas y millas de desierto abrasador, bocas de minas abandonadas, serpientes de cascabel y un cementerio con cruces de madera requemada al sol… maldita sea Johnny, puede que estés ante el agujero más jodidamente desolador del mundo.


Ese agujero existe y se llama Rhyolite, tostándose a 200 Km de Las Vegas. Lo encontraremos a 5 minutos de nuestra ruta, no hay excusa para no entrar.


Rhyolite nace en 1905 a la sombra de las prospecciones mineras de las colinas de alrededor. Aquí había oro, y del bueno. De manera que lo que comenzó siendo el campamento de dos piraos en enero de 1905, pasó a tener 1.200 habitantes en 2 semanas, y 2.500 en unos meses. Cegados por la fiebre del oro, los inversores metieron muchos billetes verdes en el asentamiento. En 1907, este campamento en medio del desierto se había convertido en un pueblo y ya contaba con agua corriente, electricidad, teléfono y una línea de ferrocarril. Con esto, la población –oficial- acariciaba los 5.000 habitantes en 1908.

Rhyolite en 1908

El Cook Bank, un poco más abajo veréis cómo está ahora...

Sin embargo, un crecimiento tan acelerado mamando de una sola teta suele dar paso una decadencia difícil de capear. Si no, que se lo digan a Detroit, por ejemplo. Pocos años después, se agotó el filón más abundante de la mina, la explotación ya no era tan rentable, la gente empezó a irse y el grifo de la pasta fue cerrándose aquí y allá. En 1911, cuando la población había bajado a 1.000 personas, la mina terminó por clausurarse. El último tren salió de la estación de Rhyolite en 1914. Para 1920, en este espejismo dorado ya no habitaba casi nadie, y los saqueadores empezaban a merodear y reducir todo a ruinas. El último habitante oficial, un paisano de 92 años, murió en 1924.

La alegre muchachada local muestra su alegría y vitalidad a la cámara

Así de fugaz fue la historia de este lugar. Un pueblo levantado de la nada, que alcanza la gloria y la pierde en menos de 20 años. Sitios con historias similares, como Kolmanskop tuvieron vidas más largas, al menos.
¿Y de todo aquello, qué queda para nuestros ojos freaks?


Nosotros entraremos por el sur desde la 374, y antes de las ruinas pasaremos por el Goldwell Open Air Museum, un museo al aire libre con curiosas esculturas de fantasmas. La más famosa es una interpretación de La Última Cena de Leonardo da Vinci.


Y otras frikadas que no sé cómo introcir:


Un poco más allá empiezan a aparecer edificaciones, como el Rhyolite Mercantile, tienda para todo, imagino… uno de los edificios que mejor se conserva.


La gasolinera, que es posterior al abandono del pueblo. Es un vagón de tren de la Union Pacific, con un depósito y una bomba de combustible. Nada más.


Dejando atrás más construcciones semiderruidas, aparece la escuela, construida en 1907.
Más adelante encontraremos el John S. Cook and Co. Bank. Este edificio, que costó bastantes miles de dólares (de los de aquella), tenía escaleras de mármol italiano, ventanas importadas y todos los lujos de la época. Los saqueadores han rapiñado hasta la última piedra de valor, tanto que ahora hay que dar las gracias de que queden un par de paredes en pie.



Scarlett y Ewan McGregor rodaron una escena de La Isla en lo que queda del banco

También veremos la casa de botellas, el único edificio que actualmente recibe dinero para su mantenimiento y que no está en ruinas. Fue un minero quien la construyó en 1906, usando 50.000 botellas de birra y licor.


Parece que mucha sed no pasaban...

Al norte del pueblo está la antigua estación de tren, que encontraremos bastante entera porque tras el abandono del pueblo se reconstruyó como casino en 1937, y luego fue tienda de curiosidades hasta los años 70.


Y sin enrollarse, vuelta rápido a la carretera. El día de Death Valley es -sobre el papel- el más apretado de todos los de la ruta. Más que nada porque no hay sitios en los que quedarse a dormir hasta que no lo terminemos de atravesar; a no ser que a alguien le haya parecido acogedor el vagón-gasolinera. Cosas más raras se han visto...



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