miércoles, 9 de mayo de 2012

LA TRACA FINAL EN LA CA-1 (VOL. I)


Madre mía, la cosa empieza a calentarse… ya tenemos los billetes de avión bajo el brazo y la cuenta atrás para la salida ha bajado de los tres meses. En un pestañeo me veo planeando la maleta bajo un sol de justicia en julio, pero bueno, pies en la tierra: aún nos quedan un par de entradas en la recámara y esto es un blog serio…


Ahora nos vamos al final del Coast to Coast. En el día 17 o 18 ya se nos ha acabado el continente, no hay más línea amarilla hacia el oeste. Ahora el inmenso Pacífico se extiende ante nosotros en los alrededores del Golden Gate, de manera que en los últimos dos días de ruta vamos a dedicarnos a poner rumbo al sur desde San Francisco hasta Los Ángeles. Pero nada de coger la Interestatal 5 por el medio del valle. Llegaríamos en 6 horas y ese no es el plan, no lo ha sido durante las últimas cuatro mil y pico millas y no lo va a ser ahora. Hay otra opción, allá en el borde del estado, junto al mar, hay una carretera de doble sentido que se retuerce al son de los acantilados:


Estamos ante uno de esos cinco o seis lugares que sabíamos desde el principio que queríamos recorrer y conocer. Daba igual, de sur a norte o de norte a sur, la CA-1 no podía faltar en la ruta del Coast to Coast Gorilesco. Y es que, al igual que la Overseas, la CA-1 es una de las 25 All-American Road distribuidas a lo largo del país. Ya sabemos lo que ésto quiere decir: deja el guasap y mira por la ventanilla, mamarracho… aquí la carretera es el monumento.


Vamos a hacer lo único que está en nuestra mano por ahora, que no es otra cosa que calentarnos el melón recorriendo la carretera de mano de tito google. Cogemos la ruta abandonando San Francisco por el sur, dejamos atrás urbanizaciones y campos de golf, y enseguida la carretera se pega a la costa. Durante las primeras millas soporta bastante tráfico porque es el camino más corto entre la gran ciudad y pueblos como Pedro Point, Montara, Moss Beach, El Granada… y a las numerosas playas que van quedando a la derecha.

En las siguientes millas, se va descargando de tráfico y avanza hacia el sur culebreando entre largas playas desiertas y un relieve bastante suave (a ver, comparado con lo que nos vamos a encontrar). Pueblos como Half Moon Bay y Davenport se cruzan en nuestra ruta, que por esta zona a mí me recuerda bastante a algunas carreteras costeras de Asturias o Galicia.

Para los curiosos, la CA-1 está fotografiada al completo en el street view

A 70 millas al sur de San Francisco entramos en Santa Cruz, ciudad de surfers, skaters, riders y compañía, con unos 60.000 habitantes. Dicen que algunas de las mejores olas del mundo rompen en esta parte de la costa de California, será por eso que en esta bahía se lleva surfeando más de un siglo, y que esta ciudad es una meca de los freaks de la tabla.


Lástima que no tengamos tiempo de ponernos el neopreno y darles unas lecciones a los flipados locales.


Numerosas playas reconocidas como parque estatal anticipan la llegada a la ciudad, pero viendo que el reloj no nos va a dar tregua en la CA-1, hay que ir a tiro fijo. Conocer la parte del muelle y del paseo marítimo (Beach Boardwalk), con el tipiquísimo parque de atracciones sobre la playa, será sin duda nuestro tiro.


Después de Santa Cruz, la carretera se aleja de la costa y pasa junto a Watsonville, Castroville (el pueblo de la alcachofa) y Marina, que por lo que veo no tienen interés especial para estos cuatro gorilas.

Oficialmente la Pacific Coast Highway empieza en Monterey, esta ciudad de unos 30.000 habitantes le da nombre a la bahía y fue la capital de California cuando pertenecía a la corona española (ay, qué tiempos aquellos…). Hoy, Monterey atrae turistas por sus edificios restaurados, su rico pasado cultural y la cantidad de alimañas marinas de todo tipo que viven en sus aguas.

Dame paaaaan

Para nosotros, que no tendremos tiempo de ponernos unas gafas de buzo, la ciudad nos puede ofrecer una vuelta rápida por Cannery Row, la calle que separa la ciudad de la costa y en donde se encuentran los restos de la industria pesquera y conservera que fuera el motor de la zona hace décadas; y Fisherman’s Wharf, un antiguo muelle de pescadores reconvertido para disfrute del turista mamarracho, con restaurantes, tiendas de souvenirs, agencias que ofrecen tours para ver ballenas…


Junto a Monterey, a 15 minutos hacia el interior encontramos el circuito de Laguna Seca, famoso a nivel mundial por su sacacorchos, y a nivel gorilesco por una carrera de resistencia "mando caliente" del GT5 que se nos terminó alargando hasta las 3 o 4 de la mañana en casa del señor Bujías. Hay que echarle un ojo a su calendario, no vaya a ser que nos coincida algo interesante de la que pasamos.


Abandonando Monterey sin separarnos de la costa nos metemos en la 17-mile drive. Ésta es una carretera de (bien, lo has adivinado) 17 millas que nos llevará camino de Pebble Beach. En cada giro de la carretera sobre las rocas ofrece vistas espectaculares, entre campos de golf y mansiones de multimillonarios. Entre otras, tendremos una de las típicas fotos de California, el Lone Cypress, cuya imagen ha sido registrada por la comunidad de Pebble Beach, convirtiéndola en su símbolo oficial.


Pebble Beach da hogar a millonarios asquerosamente podridos de pasta, vivalavidas, y jubilados. A nosotros, que no venimos aquí a jugar al golf, ni a pintar cuadros, nos interesa saber que en este enclave se celebra cada año el que probablemente es el concurso de elegancia automovilística más importante a nivel mundial.


El nivel es: o te presentas con algo como una edición especial de un ferrari GT sesentero que vale 5 millones de dólares, o no vengas, harás el ridículo. No lo veremos por tres o cuatro días, porque este año será el 19 de agosto. Pero igual queda algún pepino despistado para cuando pasemos, quién sabe.

Olvídalo, ni aunque te tocara una quiniela de 15

Habiendo jurado que a la vuelta vamos a empezar a echar el euromillón, seguimos la ruta hacia el sur. Enseguida nos topamos con Carmel, refugio de artistas, bohemios y gente de bastante pasta. Y para muestra, Clint Eastwood ocupó el cargo de alcalde (o dueño de esta pocilga), desde 1986 hasta 1988.


Carmel es uno de esos pueblos que tienen o han tenido ordenanzas municipales muy cachondas, como que está prohibido caminar por la calle con tacones de más de 2 pulgadas sin permiso, o que no se puede vender o comer helado en la vía pública. Afortunadamente, desde que Clint pasó por el ayuntamiento, ya puedes tomarte un pirulo tropical tranquilamente sentado en un banco, pero lo del los tacones sigue en pie. Imagino que en un país con tanto abogado-sanguijuela buscando de dónde chupar, estas leyes tendrán su punto de lógica absurda.

En la mayoría de opiniones que leo, Carmel merece una parada. El entorno residencial bohemio, el modo de vida pausado, las calles perfectamente cuidadas, y la belleza natural del enclave seguramente darán una pausa a estos gorilas en su viaje.

Ok, vale... paramos fijo

A unos 5 Km al sur de Carmel tenemos Point Lobos, una reserva estatal de la que he leído que es el “encuentro más bello entre tierra y mar”. Propaganda aparte, desde luego se lo toman en serio porque parece que si le tocas las pinzas a un cangrejo, poco menos que te ponen el mono naranja y vas a una prisión federal de cabeza.



A partir de aquí y durante muchas millas, la civilización deja de estar presente. Entramos en la zona conocida como Big Sur. A lo largo de 90 millas la carretera serpentea como una cremallera entre las montañas Santa Lucía a la izquierda y 8.000 Km de espumoso Pacífico a la derecha. Y no sé que puede suponer mayor placer, si negociar estas curvas al volante o disponer de los cinco sentidos para empaparse de todo esto:


En pocas millas, la carretera trepa hasta 300 m sobre el nivel del mar, y luego vuelve a bajar cerca del Garrapata State Park en una de las pocas playas fácilmente accesibles que nos vamos a encontrar en toda la ruta.


Poco más allá, tras tomar una curva a la izquierda aparece uno de los símbolos imprescindibles de la CA-1, el Bixby Bridge.


Este puente de hormigón fue terminado en 1932, y por aquél entonces supuso el ahorro de casi 50 Km de camino, los carros, carretas y Fords T remachados se tenían que meter cordillera adentro por un camino de tierra que muchas veces no había quien pasara. Con obras como esta no me extraña que a los ingenieros se les parara el aire alrededor hace 70 años… casi como ahora, verdad?

Se me está yendo de las manos, vamos a tomar un respiro en el mirador del puente y continuamos la ruta en el siguiente volumen.

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