El día que le ganamos al calendario por
sorpresa nos permite levantarnos hoy más tarde de lo que estamos acostumbrados.
Llegamos sobre la campana al buffet de desayuno y en 10 minutos nos metemos
entre pecho y espalda las calorías suficientes para vivir 3 días.
Con el rollo de ayer, la etapa de hoy es muy corta, estamos a
poco más de 100 millas de nuestro destino en Las Vegas por la AZ-93. Así que con calma, antes de salir de Kingman, pasamos por el Walmart y renovamos las existencias de Tampico de la nevera, que ya venía hasta arriba de hielo desde el motel.
La carretera no ofrece muchas distracciones para detenernos antes de la presa Hoover, tan sólo algún mirador desde el que se ve el curso del río Colorado ya en la parte baja del cañón. Aun no es mediodía, pero al salir del abrigo del aire acondicionado, el sol nos atiza una ardiente bofetada de calor del desierto, así que en menos de lo que tardamos en hacer cinco fotos, estamos de vuelta en los asientos del Durango.
El paisaje se va tornando más desértico con cada milla que pasa, y en poco más de una hora desde Kingman, estamos cruzando el nuevo puente bypass y pasando el control de seguridad para acceder a la presa Hoover.
Pasillo de las bebidas, parece una tienda de pinturas
La carretera no ofrece muchas distracciones para detenernos antes de la presa Hoover, tan sólo algún mirador desde el que se ve el curso del río Colorado ya en la parte baja del cañón. Aun no es mediodía, pero al salir del abrigo del aire acondicionado, el sol nos atiza una ardiente bofetada de calor del desierto, así que en menos de lo que tardamos en hacer cinco fotos, estamos de vuelta en los asientos del Durango.
El paisaje se va tornando más desértico con cada milla que pasa, y en poco más de una hora desde Kingman, estamos cruzando el nuevo puente bypass y pasando el control de seguridad para acceder a la presa Hoover.
Pacific Time Zone: acuérdate de cambiar la hora de tu reloj antes de perderlo al blackjack
Entramos por Nevada, la cruzamos hacia el
este y aparcamos en la parte de Arizona, donde en la ladera del cañón la
carretera da acceso a tres o cuatro aparcamientos gratuitos. El coche queda en
el segundo, bajo el sol de justicia, pero evidentemente pasamos del que ofrece
sombra por $6 o 7. El aire acondicionado cuesta menos, seguro.
Dejar a tu hijo en un microondas con grill no es sano, menos mal que lo avisan
Torrándonos a unos 42 o 43 grados caminamos
por la presa hacia Nevada, dejando el lago Mead a la derecha y el abismo a la
izquierda. La verdad es que la presa en sí no es mucho mayor que cualquiera de
las grandes que tenemos en España, pero el enclave privilegiado hace todo lo
demás. Si miras hacia abajo, la verticalidad de las dos paredes del cañón y del
hormigón te hace sudar los pocos fluidos que queden en tu cuerpo, sobretodo al Señor Barrenos y a su conocida
afición a las alturas.
Vistas las estatuas y habiendo refrescado
en el centro de visitantes, la presa tampoco da para mucho más. Seguir
deambulando por aquí sólo nos acercaría más a la idea de saltar de cabeza al agua y
cometer unos 12 delitos federales juntos, así que nos subimos en el coche y nos
alejamos de allí camino del puente.
Cruzamos de nuevo a Nevada, aparcamos
arriba y caminamos hasta la mitad del puente por la parte peatonal reservada. Aquello se mueve. En los primeros metros no se nota tanto, pero
cuando llegas al medio, cada camión que pasa hace que todo vibre de una manera
bastante inquietante, y si a eso le sumas el vientaco que sopla ahí arriba a 300m de altura y
los niños gilipollas intentando subirse a la barandilla para hacerse fotos de
perfil de facebook, la experiencia roza el masoquismo. Pero las vistas de la
presa y del lago merecen la pena, no hay duda.
Hemos estirado la visita todo lo que se
ha podido, ya no hay más que ver por aquí. Nos quedan unas 20 millas hasta Las
Vegas y queremos quitarlas del medio cuanto antes. Retomamos la 93, que recorre
la parte sur del lago Mead y pasa por Boulder City. Hay asiáticos haciéndose la foto con el mustang
rojo de alquiler y el lago al fondo, el tráfico se va intensificando por momentos, los casinos se levantan a un lado y otro
de la carretera… efectivamente, estamos al lado de Las Vegas.
Tras un alto, la autopista nos ofrece la
primera imagen de la ciudad. Acechada desde el sur por una tormenta –de arena o
de lo que sea, desde aquí no se distingue-, Las Vegas se levanta contra todos
los elementos en el medio de un valle desolado. En el centro de la ciudad
despuntan contra el cielo gris los edificios de los casinos envueltos en sus cristales de colores.
Su hubiéramos entrado ayer de noche con todo iluminado, nos habríamos llevado una impresión
diferente; por el momento, desde 10 millas y encajonados entre toneladas de hormigón, no es lo más atractivo del día.
Sin embargo, al acercarte, dejas de ver
el valle desértico y la tormenta, las paredes de hormigón se rebajan y el color empieza a entrar por todas las ventanillas del coche. Y entonces este parque de atracciones para adultos
empieza a funcionar. Entramos por la I-15 desde el sur, dejando a nuestra derecha el Mandalay Bay y el Luxor.
En este momento decidimos ir al archiconocido cartel de entrada a
Las Vegas, junto al aeropuerto. El GPS nos da un par de vueltas para meternos
en el Strip, pero finalmente llegamos.
Pero hay cola para hacerse la foto: como unas
30 personas. Y lo que es peor: se acaban de bajar 3 parejas de recién casados con sus
respectivos autobuses de invitados. No queremos perder una hora aquí, así que sin pensarlo huimos como alma que lleva el diablo hacia el Mirage.
Los gorilas nos reservamos nuestra opinión sobre lo de organizar una boda “seria” en Las Vegas, y rematar con la sesión de fotos en el “Welcome to Fabulous Las Vegas” junto al estruendo del aeropuerto McCarran… pero seguro que os la imagináis.
Una salidina a lo Toretto les dejó bien claro lo que pensábamos de ellos
Los gorilas nos reservamos nuestra opinión sobre lo de organizar una boda “seria” en Las Vegas, y rematar con la sesión de fotos en el “Welcome to Fabulous Las Vegas” junto al estruendo del aeropuerto McCarran… pero seguro que os la imagináis.
En el primer paso por el Strip en coche,
no nos da tiempo a ver ni la décima parte de atracciones que se ofrecen a los ojos
del visitante. Entre otros, pasamos por delante del castillo del Excalibur, MGM Grand, New
York New York, Aria, Paris, Flamingo, Bellagio, Caesars, Venetian y finalmente
llegamos al nuestro.
Cruzamos las puertas del Mirage seguidos por el
botones que se había ofrecido como un rayo para llevarnos las maletas (se huele una suculenta propina... y sí, algo hubo, pero desde luego suculento no fue). En el mostrador de recepción hay 10 o 12 tíos
despachando clientes a diestro y siniestro. Nos acercamos, comprueban la
reserva mientras me imagino el ridículo que habríamos hecho si nos hubiéramos
presentado aquí ayer, y nos dan la habitación 10068, orientada al
Strip. Piso 10 con vistas, parece que no está mal, nada mal.
Aquí se las saben todas, y para llegar a
los ascensores tienes que cruzar toooodo el casino, tragaperras, mesas y
ruletas te ponen la música de camino a la habitación, no vaya a ser que se te
ocurra ir a dormir sin haber gastado esos $20 que llevas en el bolsillo. Qué
atentos, no?
Escogemos el ascensor que va a nuestra
planta y recorremos el interminable pasillo enmoquetado hasta la 10068. El
orden en la habitación dura medio minuto, que es lo que tardamos en destruirla
deshaciendo el equipaje y volcando en las camas todos los cacharros que traemos
con nosotros. Es más pequeña que la de Miami, pero más grande que la de Nueva
Orleans. Por la ventana, comprobamos que el piso 10 incluso se queda bajo para salvar con la vista el
gigantesco casino de la planta baja; no se ve la calle, pero sí los casinos de
enfrente (Harrah’s, Venetian y parte del Caersars)
Hombre, lo de las vistas al Strip era un poco discutible
Decidimos ir a la piscina para refrescar
después de la torrada de esta mañana, y dejamos para después lo de dar una vuelta por ahí. Pero la
piscina nos refrigera lo mismo que un baño en las calderas de Pedro Botero. A lo mejor si te tiras el
daikiri de fresa por el cogote notas fresquito, pero metido en esta sopa ya te
aseguramos sin miedo a equivocarnos que no.
Ya que no tenemos entradas para Celine Dion, cuando empieza a caer la tarde, salimos a
pasear un poco el Strip en plan lowcost. Al atravesar el casino camino de la puerta, metemos un
dólar en la primera tragaperras que aparece, le damos a la palanca,
aquello gira sin control y nos dice que hemos ganado. Le damos al botón de cash (porque se iluminaba), y nos saca
un vale por $1.25 que se puede canjear en varias máquinas de cash que hay por el casino. Bueno, no nos quejamos, primera jugada en Las Vegas y hemos ganado…
A estas horas ya hay hambre y vamos
buscando una hamburguesa con ansia, pero avanzar por esta calle como peatón no
es tan fácil como puede parecer en un principio. Primero, porque cualquier
movida te distrae, como por ejemplo el espectáculo de las fuentes del Bellagio
con el que nos dimos de frente por casualidad.
Por el otro, porque no hay pasos de peatón en las calles perpendiculares (hasta aquí bien, visto el numero de mangaos que nos hemos encontrado), sólo se puede cruzar por una serie de pasarelas elevadas a las que se accede entrando por los casinos. Nuevamente te marean para que veas más tragaperras, más ruletas, y más tiendas en las que fundir pasta. Asúmelo, en "Veigas" eres un puñado de dólares con piernas.
Finalmente acabamos encontrando nuestra
hamburguesa en el FatBurguer, pasado el Harley Davidson frente al complejo del
Aria. Con el sol en Japón sí se puede disfrutar de la terraza que tiene al aire libre, y
la hamburguesa es más que correcta, independientemente de que con el hambre que
teníamos, ya nos habría parecido fantástica una rueda de camión rellena de wasabi para cenar.
Avanzamos un poco más, dejándonos caer en
tiendas de esas que sólo hay aquí y entrando en otros casinos a curiosear. Si
jugamos, será en el nuestro para tener la habitación cerca si hay que volverse
con una mano delante y otra detrás.
Cuando
nos queremos dar cuenta, estamos a milla y pico del hotel. Milla y pico de obstáculos. Volvemos por donde hemos venido intentando por lo menos cambiar de pasarelas para conocer otras
tiendas, y llegamos al Mirage a las 12 y pico. Damos unas vueltas por el casino
pero nadie huele a la diosa fortuna por allí, así que nos metemos al sobre. Uff, cómo se
agradece el nórdico. Igual se les va un poco la mano con el aire acondicionado…
No, en esta no entramos, pero el cartel mola eh...?
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