jueves, 13 de septiembre de 2012

DÍA 13: LAS VEGAS

En Las Vegas le dimos pasaporte al despertador. Nos dormimos viendo las lucecitas del Strip, pero a las 6 de la mañana el amanecer ya no molaba tanto. Milagrosamente algún gorila se levantó a cerrar las cortinas y asunto solucionado. La intención de dormir la mañana se vio truncada por una empleada de la limpieza que pretendía adecuar el "cuchitril gorilesco" a las ocho y media de la mañana...pero ¿qué coj$%&? Suerte que al ver a cuatro personajes barbudos durmiendo con los calzoncillos retorcidos entre maletas abiertas, bolsas de recuerdos y latas de Pringles le hizo cerrar la puerta rápidamente. ¡Muchas gracias señora!, nos acaba de regalar una o dos horas de turisteo mañanero.

Cruzamos una vez más el casino hacia la salida del hotel, sorprendidos por la cantidad de gente turbia que con la mirada perdida están ahí riki-rika como si no hubiera mañana con las palancas de las tragaperras, ya desde la hora de desayunar. Apetece acercarse por detrás y decirles que la PlayStation es gratis.

Deben ser las 9 y pico de la mañana, y ya hace un calor de pelotas. Algún gorila tiene encargos que cumplir y quiere acercarse al Apple Store que tenemos en un centro comercial cerca del hotel, por lo que salimos hacia el norte, pasando por delante del Treasure Island y su decoración pirata (en el sentido clásico/corsario de la palabra).


Enseguida entramos en el centro comercial, que tampoco es que sea muy distinto a los españoles. Tiendas más grandes, espacios más grandes, más frío, pero en el fondo más de lo mismo. En la tienda de Apple, los cachivaches de la manzana que nos interesan cuestan lo mismo que aquí, pero en dólares. Vamos, con un 25% de descuento (el cambio no ha bajado y llevamos todo el viaje con el euro manteniendo las formas dentro de lo mal que lo hemos pillado…)

El centro comercial en cuestión
No queremos malgastar el día metidos aquí, por lo que cruzamos la calle por la pasarela que hay frente al centro comercial, pasamos frente al Wynn y nos dirigimos a conocer el Venetian por dentro.

Cruzando por la inevitable pasarela, con el Stratosphere al fondo
El Venetian es una horterada como la mayoría de lo que ves en Las Vegas, pero mentiría si dijera que semejante desmadre de sitio no mola. Calculo que para construirlo y decorarlo a modo de la Venecia renacentista se han debido fundir el presupuesto de un ministerio de los nuestros.


El casino/hotel es una reproducción (dentro de lo que cabe) ciertamente fiel de la ciudad italiana, todo: fachadas, plazas, terrazas, pizzerías, heladerías… y de fondo los “oh sole mio” de los gondoleros, pretende acercar a los turistas a la ciudad de los canales.



Lo que da un poco de vergüenza ajena son las parejas que hacen cola para que les paseen en  las góndolas, pasando por debajo de los puentecillos, mirando al cielo pintado (bastante logrado, por cierto), flotando en los canales de 50cm de profundidad mientras la gente les mira desde las barandillas… personalmente me tendrían que pagar para verme ahí.


Mirando tiendas y dando vueltas sin rumbo, a lo pijo resulta que ya era la una, y como sólo nos habíamos bebido un café para desayunar, ya había cuatro gorilas hambrientos en Las Vegas. Fue entonces cuando por casualidad dimos con la mejor hamburguesa del viaje. Tras un breve paseo al sol, entramos en el Harrah’s y seguimos un cartel que prometía burguers sin más, y es que tampoco pretendíamos ser muy exigentes. Entonces dimos con el KGB (Kerry’s Gourmet Burguers), iluminado de rojo y decorado con motivos soviéticos, muy acorde con la ciudad, sí señor.


Las hamburguesas eran cerdas, pero no cerdas en plan fritanga, sino elaboradamente cerdas, de ahí lo de gourmet, claro.

Restaurados los niveles de colesterol del malo, nos dirigimos al gigantesco Caesars Palace. Tras cruzar la puerta, en la que nos recibieron unos carteles descomunales de Celine Dion, Rod Stewart y Elton John, entramos en el casino decorado con motivo de la Roma clásica. No sé qué extraña atracción siente esta gente por todo lo que huela a Italia…


En el interior, más de lo mismo, pero con muchos bustos de emperadores y mosaicos: tiendas, máquinas, restaurantes, espectáculos… todo llamando a gritos a tu tarjeta de crédito o a ese puñado de billetes verdes que seguramente llevas en el bolsillo.


Llevábamos horas dando vueltas y ya nos apetecía un poco de vagueo, así que aprovechando que estábamos junto al Mirage, volvimos al hotel a coger un poco de calor en la piscina (y a “tomar prestados” unos vasos tamaño XXXL rotulados con “Mirage, Vegas starts here”, que se convertirían en unos perfectos souvenirs si aguantaban el viaje de vuelta).

También hicimos los deberes y reservamos un motel para mañana. La experiencia de Farmington seguía fresca, y lo cerca de Yosemite que nos iba a dejar la etapa de mañana no hacía pensar en muchos moteles vacíos.

Sacando la cámara por fuera de los cristales guarros, se veía esto
Ya atardeciendo, volvimos a pasar por el casino de camino a la calle. Como quedaban unos 15 minutos para el espectáculo del volcán que hay en la entrada del hotel, decidimos jugar $20 del fondo a la ruleta para hacer tiempo. Con una combinación magistral de pares, impares, rojos y negros, no sé cómo lo hicimos pero en 5 minutos esos $20 se convirtieron en $80. El Mirage nos invitaba a la gasolina para cruzar mañana Death Valley, así de fácil. En esos momentos de euforia, el hecho de que fuera una pasta común ayudó a retirarnos a tiempo y repartir las ganancias.

Con las promesas de que a la vuelta cada uno se iba a jugar su parte, salimos a la calle. Y entre los cientos de personas que se agolpaban en la puerta, vimos el tema del volcán. Curioso, pero ya. Dura lo justo para no aburrir, sobretodo teniendo al lado el Bellagio y sus fuentes.


Queríamos llegar al Luxor, y seguíamos con la pereza encima, así que preguntamos por el monorail. Tiene una parada detrás del Harrah’s, pero lo de que sólo llegara hasta el MGM y el precio ($5 por barba) nos parecieron  un buen par de bromas y como buenos españoles en tiempos de crisis, nos dimos la vuelta y fuimos andando, que se ven más cosas.



La verdad es que caminamos a buen ritmo (si te olvidas del impulso consumista compulsivo es posible), y llegamos pronto porque era poco más de una milla. Llana, no como las de Arches Park. Con llegar al Excalibur bastaba, porque desde allí sale un tranvía gratuito que nos llevó hasta el Mandalay Bay.

Ya estábamos un poco hasta las narices de ver casinos por dentro así que no perdimos mucho tiempo en el el Mandalay y fuimos directos al Luxor para observar la pirámide desde el interior.


El Luxor mola, su temática es el antiguo Egipto y la estructura de la pirámide (cubierta de cristal por fuera), te rompe el cuello de tanto mirar para arriba. El espacio interior está totalmente abierto, los ascensores suben inclinados 45º, y en el medio cabría tranquilamente un edificio de 20-25 plantas. Merece la pena el paseo, desde luego.

Cenamos unas pizzas allí mismo y volvimos al hotel. Esa noche hubo más juego, pero ahora llegaron las manos a la cabeza, y luego al bolsillo para sacar más billetes… después de las ganancias de la tarde, la noche dejó el balance gorilesco más o menos a cero con el hotel. Y es que está claro que todo este parque de atracciones no se ha construido con gente que gana en el casino.

2 comentarios:

  1. he quedado prendida de tu bitácora, de verdad, amo tu viaje cómo si fuera propio, con tu permiso vinculo este blog al mío para seguirte el rastro, a tirar millas hermano, saludos.
    Blankaotica

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  2. Es cojonudo ver como este blog engendrado en el asiento trasero de un Dodge a través del desierto de Arizona hace que alguien ame nuestro Coast to Coast. Saludos!

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