martes, 4 de septiembre de 2012

DÍA 11: PAGE - KINGMAN

Millas recorridas: 325

De nuevo el despertador nos saca de la cama mucho antes de lo que lo haría si no estuviéramos de vacaciones. En silencio somnoliento y sin abrir mucho las cortinas, ningún gorila se salta el orden tácito de las duchas, y en media hora estamos desayunando. Definitivamente se nota que nos hemos metido de lleno en una zona turística, hay un follón de tres pares en el comedor, y justo tras sentarnos en una de las últimas mesas que quedaban libres (que no era ni siquiera una mesa, sino una barra de bar) la cola para entrar a desayunar ya da la vuelta al pasillo. Debe haber como 30 personas esperando, de la que nos hemos librado… perder media hora aquí sería bastante triste, sabiendo la etapa que nos espera hoy, que –sobre el papel- incluye para rematar con la primera noche en Las Vegas.


Un eficiente utilitario de Page repostando biodiesel

Repostamos y salimos de Page sin visitar el Antelope Canyon, sí, ya sabemos que es una lástima, pero sencillamente no hay tiempo para todo, y entre el Gran Cañón y el Antelope, la elección ha sido fácil.

Lo primero que hacemos es ir a ver el puente junto a la Glen Canyon Dam. Bien iluminado, como era de esperar el cañón impresiona bastante más que en la penumbra. Cambiamos de orilla y volvemos, mientras los señores Tuercas y Bujías lo cruzaban a pata, vibrando al son de cada camionaco que pasaba.


El lago Powell

Y el río hacia abajo

A un par de millas al sur del pueblo, pasamos un desvío a un parking que rezaba algo como “Horseshoe Scenic View”. Al pasar de largo me asalta la duda, y vienen a la memoria bastantes fotos que he visto estos últimos meses. Puede que sea eso… la democracia gorilesca funciona en 10 segundos y media milla más allá estamos dando la vuelta en medio de la recta con un "el que no arriesga no gana".


Dejamos el Durango en el parking, y caminamos los 800 metros de sendero de arena que nos separan de un montón de gente haciendo fotos. Algo mirarán, pensamos. Según nos vamos acercando, la grieta en el suelo se hace más evidente, parece que vamos a acertar. Al llegar comprobamos que efectivamente, ha merecido la pena. Es la Horseshoe Bend, probablemente una de las fotos más míticas del Colorado, y casi la pasamos de largo…



La vuelta hacia el parking, cuesta arriba y con el sol cayendo como una plancha es maravillosa; al llegar al coche -que ya está a 75ºC- nos acordamos de Gainesville, Florida, por la nevera con la que nos hicimos hace 8 o 9 días, y de los moteles de USA y sus benditas máquinas de hielo gratis. El agua y los dos galones de Tampico que nos traemos del último Million Dollar Baby refrescan perfectamente.

Ponemos de nuevo rumbo al sur por la 89. Hay unas 120 millas hasta el parque nacional del Gran Cañón, y ninguna parada por el medio, así que rodamos durante dos horas atravesando el desierto de Arizona, y sus paisajes inconfundibles.





Al dejar la 89 y tomar la 64, la carretera se coloca paralela al cañón, y antes de entrar en los límites del parque, a la derecha ya vamos teniendo una serie de miradores para ir abriendo boca. El cañón todavía no está tan abierto como más adelante, y de momento parece que alguien le haya pegado un hachazo al terreno en medio de esta meseta.





A mediodía llegamos a la garita de entrada. En dos días ya hemos amortizado los $80 de pase que pagamos en el Arches Park. La carretera que hemos escogido para visitar el parque atraviesa un bosque y bordea el cañón por el sur. En cada milla se abren a la derecha desvíos que desembocan en varios miradores sobre el Gran Cañón. Se recorre con calma y se va entrando en el que te de la gana, cualquiera merece la pena, porque en esta zona el cañón tiene unos 30Km de ancho y de largo la vista se pierde si intentas seguir el río.



Si hay algún lugar del mundo donde las fotos no pueden hacerle justicia a la realidad es éste. Es imposible recoger en una pantalla la inmensidad de las formaciones, lo lejos que llega la vista y lo insignificante que te hace sentir el cañón cuando te asomas a su borde. No es más exquisito en formas o colores que Zion o Arches, pero aquí hay que venir por lo gigantesco que es el paisaje que se abre a tus pies.



Tardamos unas 2 horas en recorrer las 20 millas de carretera del parque. Hemos abierto una bolsa de patatas con sabor a chile/fuego del averno que nos ha puesto las lenguas pidiendo clemencia y no hay hambre de momento, así que tomamos la 64 en dirección a la interestatal 40, que nos encontraremos en Williams.


Sin mentiras: HOT significaba "vas a sacar la lengua por la ventanilla como un perro"

Hay unas 40 millas de interestatal hasta Seligman, donde siguiendo nuestro plan, nos desviamos para recorrer un tramo largo de la antigua ruta 66 separado del trazado moderno de la autopista. Vamos un poco pillados de tiempo, y ya prevemos llegar a Las Vegas bien entrada la noche, pero a este tramo no queremos renunciar de ninguna manera.



A esta hora el hambre ya aprieta, y paramos en el Delgadillos Snow Cap de Seligman a comer una hamburguesa y un helado. El sitio es un cachondeo, decorado con cualquier mierda que han ido recogiendo por ahí, aunque también tiene algún artilugio curioso. Hay que decir que tardaron bastante en hacer cuatro hamburguesas normales, pero esperar en aquella terraza observando cada una de las pijadas que nos rodeaban tampoco fue tan terrible.


Desguace / vertedero / museo en la parte de atrás del edificio

Una cosa, si visitáis el sitio, aguantad estoicamente la gracia del día del paisano; a mí me hizo la broma de tirarme mostaza en la camiseta y en el momento me faltó el canto de un duro para descerrajarle una tollina ibérica por encima del mostrador. Al darte cuenta de que es un hilo amarillo y te ríes, sí… y luego cuando te sientas en la silla piensas en cuantos dientes le habrán saltado por hacerle eso al Johnny Fastfist de turno.

Los helados –brutales, por cierto- nos los comemos ya en el coche, lo que da lugar a uno de los momentos filosóficamente más profundos del viaje. Éste llega cuando el señor Barrenos se queda callado unos minutos y nos suelta: “tío, es imposible que el destino esté escrito, a nadie se le puede ocurrir que iba a estar comiendo un helado de chocolate, conduciendo en la ruta 66 camino de las Vegas y escuchando el Strong Enough de Cher”. La aprobación es unánime, no puede haber mente tan retorcida…



Las millas van pasando por una carretera que recorremos casi solos, la interestatal va más o menos paralela, pero allá a 30 Km. Así que por aquí sólo circulamos los que venimos expresamente a rodar por este tramo.

No sé exactamente en qué punto fue, porque era en el medio de ninguna parte, pero aquí nos pasó la movida de la semana. En medio de una recta infinita, pido a los ocupantes del asiento trasero el recibo de la reserva del Mirage en las Vegas para poner ya la dirección completa en el GPS. Cuando busco el número del Boulevard, paso la mirada por encima de la fecha de la reserva. Pone 18 y 19 de agosto. No sé por qué, pero me extraña, con el lío que tenemos en los últimos días, ya no sabemos qué día de la semana es, y mucho menos si nos preguntas el numero de día del mes. Bien, miro mi reloj. Pone que hoy es 17… (tranquilo chaval, muy probablemente la hayas liado al cambiar la hora en algún momento). Sudando frío pregunto al resto:

- Oyeeee, decidme que tengo el reloj mal y que hoy es 18.

- No tío, hoy es 17, eso pone el móvil – me responden desde atrás.

- (mierdamierdamierdamierdamierda…) No jodas, en serio?

- Sí machsculin (traducimos todo, hasta el “macho”), ¿Pero por qué lo dices?

- La hemos liado…

Las siguientes millas confirmaron que, como Willy Fog, le habíamos ganado un día al calendario. Y es que algo no cuadraba (a toro pasado todo parece muy fácil): cuando planificamos las etapas en casa, calculamos una media de 330 millas al día, y llevamos las últimas tres etapas metiéndonos en torno a 450. La liada ocurrió aquella tarde en Farmington con prisas, metidos en harina… nos bailó un número, mezclamos checkines con checkoutes y apretamos 4 etapas en 3. Y lo peor es que nos las hemos metido para el cuerpo, viendo todo, con un par…



La presión sobre el reloj desapareció de repente. Pasara lo que pasara, hoy no podíamos llegar a Las Vegas, nos esperaban mañana. Sin embargo, la liada fue pintando cada vez mejor. Hoy podríamos descansar a una hora normal, poner lavadoras (que las bolsas de ropa sucia ya rebosaban), mañana podríamos ver por la mañana la presa Hoover (que ya estaba descartada por falta de tiempo), y llegar al Mirage a la hora en la que abriese el check-in para aprovechar mucho mejor el tiempo. Nos acababa de llover un día del cielo, resulta que la confusión era una bendición.

Y cuando el GPS nos dijo que en Kingman había un Best Western, miel sobre hojuelas. Hoy dormiríamos “en casa”, a 100 millas de Las Vegas, donde llegaríamos mañana a las 2 o las 3 de la tarde, descansados y con la ropa limpia. Perfecto.



A todo esto se nos había olvidado la carretera y lo que pasaba por las ventanillas. Pensando en nuestras historias estábamos llegando a Hackberry, una General Store que es parada mítica de la Ruta 66.




La tienda está rodeada de clásicos americanos abandonados que ya dejaron de rodar hace décadas, menos un Corvette del 56 aparcado en la puerta, minuciosamente mantenido. Y perfecto para que al hacer la foto, tengas la sensación de estar en los felices años 50.



Tenemos todo el tiempo del mundo para dar vueltas alrededor del sitio, recorrer todos los pasillos de la tienda y llevarnos algún souvenir. Será la típica tienda en la que caemos todos los que pasamos por aquí, pero hay que reconocer que tiene su gracia y presenta algún cachivache curioso para el viajero.



Desde Hackberry hasta Kingman llegamos en media hora. Y vamos directos al Best Western, donde el paisano de la recepción tarda en decidir si nos da una habitación o no… tan terrible es nuestra pinta? Miro al señor Tuercas, que aún luce su bigote estilo “No me jodas, Merche”, y me lo explico todo. El tío debe pensarse que venimos desde Las Vegas a liar una fiesta gayer en su motel.

Al final accede a regañadientes, y nos da una habitación a cuatro pasos de la lavandería. Fuck yeah. Cae un bañito en la piscina, luego una pasada por el jacuzzi, hacemos la colada y nos vamos a cenar con toda la calma del mundo. Después de los últimos días no nos creemos este suave ritmo de turista. Benditas confusiones. Ojalá todas acaben así de bien.

4 comentarios:

  1. Vaya, vaya, después de leeros durante tanto tiempo me sorprende que hayáis tenido una pequeña confusión en vuestro planning. ¡Lo teníais todo tan bien pensado!
    Pero me alegro por vosotros, al fin y al cabo, el pequeño desajuste os ha servido para descansar y recargar pilas.

    Por cierto, está muy currado todo el blog =)

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  2. Descansar, regargar pilas...y hacer la colada y ordenar un poco el coche por dentro, que empezaba a oler un poco a tigre...

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  3. Joer si se nos olvidó ponerlo en la entrada... hasta nos dio tiempo a lavar el coche y quitarle todo el polvo del desierto jejeje

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  4. Y nos dio tiempo a derretirnos en la Hoover Dam :)

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