lunes, 1 de octubre de 2012

DÍA 15: BISHOP - SAN FRANCISCO

Millas recorridas: 377

Tras la locura de neón de Las Vegas, volvíamos a nuestro sitio en todo un señor motel de carretera. Y hay que decirlo: la primera noche en California dormimos como benditos. El Vagabond Inn cumplió con creces. Acabo de rellenar la encuesta que te mandan los de la web donde lo reservamos y le he puesto un notable alto. Bishop es un pueblo tranquilo y está suficientemente alejado de Death Valley como para que la temperatura sea agradable. Desayunamos abundantemente pero poco variado (como ya era habitual) y a las 9 salíamos a la carretera, buscando la gasolinera barata de hoy, que estaba a la salida de Bishop.

El ultimo tramo de ayer lo hicimos junto a un río y esta era la tortilla de moscos que traíamos en el morro
La salida de Bishop
El Señor Tuercas se dio cuenta junto al surtidor de que se había dejado sus gafas en el motel. La verdad es que a pesar del desmadre que montamos en las habitaciones cuando llegamos, hay orden en el fondo y hasta hoy no se nos había olvidado ni habíamos perdido nada. Solucionado el tema de las gafas salíamos por segunda vez de Bishop un cuarto de hora más tarde hacia el oeste, por la 395.

Tonterías las justas...
La carretera tiene las mismas rectas infinitas que llevamos viendo a lo largo de todos los estados que han quedado atrás, combinadas con desniveles de tres mil y pico pies. Si hubiéramos empezado el Coast to Coast en California, habríamos fundido media tarjeta de memoria haciendo fotos por aquí; pero ya nos habíamos acostumbrando y sólo nos detuvimos una vez en un Vista Point.



A unas 60 millas, en Lee Vining dejamos la 395 y nos metimos en la 120 hacia el paso de Tioga.


La carretera del paso de Tioga está escrupulosamente mantenida, da gusto conducir por aquí; y las vistas a las montañas escarpadas que ofrecen las ventanillas de la izquierda son totalmente distintas a cualquier otra que hayamos atravesado hasta hoy. El paso nos pone a casi 10.000 pies (ayer estuvimos a -282) y vemos el termómetro por debajo de 70ºF. Son 3.500 metros de desnivel y más de 30ºC de diferencia. Si recurres al tópico de que “esto es un país de contrastes”, te podrán llamar pedorro pedante, pero es verdad.


En la subida nos pararon 5 minutos por unas obras, yo que iba conduciendo casi lo agradecí para poder echar una mirada con calma alrededor.

Eso de la izquierda por el medio del pedrero es la carretera

Para qué usar camiones si puedes cargarlo todo en un helicóptero
Dejamos atrás el cañón de Tioga y entramos en una zona más llana entre pinares. Hacemos paradas en el Ellery Lake y en el Tioga Lake para refrescar hasta los tobillos gorilescos, pero no más arriba. Aquello que planeábamos de darnos un baño apetece lo mismo que pegarse un tiro en el pie. Con decir que hoy llevamos el aire acondicionado apagado por primera vez en las dos semanas que van de viaje, supongo que basta para hacerse una idea.




Entramos en el parque de Yosemite y nuestro Durango surca los paisajes bucólicos de las praderas de Tuolumne. Estas moles de granito liso surgen como setas descomunales de entre los bosques y lagos.

Busca al escalador pirao...


Viendo que estábamos a sólo 200 millas de San Francisco y lo bien que íbamos de tiempo, fue por esta zona donde tomamos la decisión de llamar a nuestros anfitriones para ver si había problema en adelantar nuestra llegada un día. El problema era que el móvil del señor Barrenos decidió dejar de funcionar un mes antes del viaje y de paso borrar todos los contactos que tenía, así que había ponerse en contacto primero con España para pedir algún número de teléfono. Perdidos en el culo alto de California, de momento ningún teléfono tenía cobertura, así que tocaba esperar, pero siempre pendientes de las 9 horas de diferencia…

Otro baño hasta las rodillas en Tenaya Lake
20 millas más allá llegamos a Olmsted Point, y mientras el señor Barrenos le explicaba a una tía las maravillas de la GoPro (que traíamos con una ventosa en el techo), el resto nos asomamos al valle de Yosemite por primera vez.

De ahí veníamos...

...y hacia allí abajo íbamos. La Half Dome al fondo.
Desde el mirador parece que llegas a la parte baja en 5 minutos, pero el GPS decía que teníamos una hora de descenso hasta entrar en el valle. Y no mentía. De hecho fue más tiempo porque nos comimos alguna que otra paradita por obras. Eso sí, el descenso por esta parte de la 120 te sumerge en un denso bosque en el que parece que si te internas cuatro pasos para echar una meada, no vas a saber volver al coche. Aunque ya van 4.000 millas (unos 6.500Km) en el contador, carreteras como ésta hacen que estemos muy lejos de aburrirnos de conducir.

Pues en España nos ponen multas...


El tiempo corría en nuestra contra, seguíamos bajando y la cobertura seguía sin aparecer. ¿Cómo coño no va a haber cobertura en todo un parque nacional? Pues parece que de momento, no. El reloj se acercaba a las dos, las once de la noche en España, y ya empezaba a ser una hora un poco delicada para llamar sin dar un susto guapo.

El atasco más silvestre de nuestra vida
Finalmente, cerca de la entrada al valle, el móvil del señor Tuercas encuentra señal. Hacemos la llamada a España y conseguimos el número que buscábamos. Llamamos a San Francisco, ella está currando así que le llamamos a él. Aunque nuestro anfitrión (vamos a llamarle Mr. T) no nos descuelga de momento, ya no hay prisa, el horario con la costa del Pacífico ahora ya es el mismo que el nuestro y tenemos todo el día.

La entrada al valle
Cuando llegamos a la entrada del valle, la carretera se separa: se sube por la derecha del río y se baja por la izquierda. Con los dos carriles para ti y el tramo mimado hasta el último detalle, da gusto conducir por aquí. Lástima que sobren un par de toneladas de grasa en este Durango.

La carretera, el Capitán, y el ganado del parque (oh wait...!)
Rodeados de ciervos que no hacían el más mínimo amago de escapar de nosotros, aparcamos en unos ensanches que hay frente al Capitán y a la Bridalveil Fall. Estamos a finales de agosto, y  por la cascada sólo caía un hilillo de agua bailando al son del viento, pero imagínate estos 200 metros de caída en pleno deshielo de abril o mayo.

Si en la foto ya parece grande, en directo tienes que sujetarte la mandíbula porque se te descuelga

De camino a la base, nos cruzamos con los iluminados del día, que andaban a pedradas con la fauna del parque. Bueno, aunque igual la fauna eran ellos. En fin, mermaos los hay en todos los sitios… hasta aquí. Es un paseo de 10 minutos y una vez allí casi te puedes poner debajo del agua, así que sí, merece la pena.


Volvimos al coche, y subimos hasta el Yosemite Village, donde en un supermercado (a precio de oro), compramos la comida. Aquí abajo la temperatura ya era otra vez de verano, pero el fresco de las cumbres nos había hecho un agujero en el estómago. Ahora sólo faltaba por encontrar un sitio tranquilo para comer. Parece que había alguno cerca de la entrada al valle, junto al río…


El sitio apareció, y resulta que era a los pies del Capitán. Allí paramos, sacamos la nevera y nos fuimos a la orilla donde no había nadie. Hubiéramos tenido una comida tranquila observando el paisaje, pero los patos de Yosemite se encargaron de que no fuera así, usando su arsenal de chulería y tácticas de los Navy Seals para papear by the face. No vamos a contar lo que pasó (porque nos acabamos de meter con un par de energúmenos que andaban a pedradas con los animalillos...), sólo os diremos que finalmente comieron, no exactamente comida, pero comieron...

Ahí en medio están... reventándonos todo, hasta la foto
De ahí subimos al mirador de Glacier Point, lo que nos llevó casi una hora a pesar de que sobre el plano estaba al lado. Pero da igual el tiempo que te lleve, hay que subir a este balcón, y en las fotos se ve por qué.





Estábamos a más de 200 millas de San Francisco, y las primeras 60 a través de una carretera tortuosa plagada de furgonetas, caravanas y turistas de paseo, así que calculábamos unas 4 horas de viaje. Por esto, a las 6 más o menos nos metimos en el coche y pusimos rumbo a la costa.

Aquí posan hasta los coyotes
De vuelta por el valle nos sorprendió ver un grupo como de 50 o 60 personas mirando algo en un claro del bosque, con un par de guardas del parque vigilando el cotarro. Como llevábamos muy bien lo del “allá donde fueres, haz lo que vieres…” tiramos el Durango en una cuneta y nos bajamos a husmear. Lo que había era un oso, osezno más bien. Como a unos 40 o 50 metros entre la hierba alta. La guinda al día en Yosemite, alucinante…

Ya estoy ahorrando para un teleobjetivo, en serio
Lo que vino después fueron 3 horas largas de coche, primero por la 120 y luego por la 580. Y a oscuras desde poco más de las 8, por lo que no tampoco sabemos muy bien cómo eran los lugares que atravesábamos. A eso de las 11 circulábamos hacia el skyline iluminado de San Francisco por uno de los cinco carriles del Bay Bridge. Mrs.S, y Mr.T nos esperaban en su apartamento en los alrededores del Pier 39, así que no tardamos mucho en bordear la bahía y acertar con la calle.

Tras dar un par de vueltas a la manzana, aparcamos en lo que parecía un buen sitio (sí, aparcar en esta ciudad ya no mola tanto, olvídate de lo del sitio en la puerta), y abrimos las puertas del coche. Pero qué coño?!... la temperatura sería como de unos 14ºC, más la humedad, más el viento que soplaba… maldita sea, si ayer estábamos a 50ºC luchando por respirar. ¿Esto es el mundialmente mítico verano en California?

Como buenos gorilas, invadimos el salón de nuestra anfitriona y nos zampamos la cena que nos habían preparado. Ella tenía que currar y nosotros llegábamos reventados, así que no alargamos mucho la sobremesa. Por primera vez en dos semanas y pico la manta daba un calor que sentaba muy bien…

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